ACTIVIDADES : Etpa del Progresismo.
Documento tomado de: ECUADOR:
LAS RAICES DEL PRESENTRE, Universidad Andina Simón Bolívar; Taller de Estudios Históricos
(TEHIIS), DIARIO LA HORA.pag.122-127.
Señor estudiante lea detenidamente el documento y
responda el cuestionario.
De la "República Católica" hacia la Revolución
Liberal
La transición al Estado liberal: Veintimilla y los
gobierno progresistas (1875-1895)
Panorama histórico
Veintimilla en el poder
Luego de la muerte
de García Moreno, se inicia en el país una nueva etapa de sus historia conocida
tradicionalmente como la "etapa progresista", porque durante gran
parte de la misma gobernó el progresismo, movimiento político de tendencia
centrista conservadora, que en su momento se opuso al sistema de control rígido
del garcianismo, y que colocó inmediatamente en el poder a Antonio Borrero
(1875-1876), rico propietario cuencano, partidario de García Moreno, durante
los primeros años de su administración. Borrero, luego del breve interinazgo de
Manuel de Ascázubi, Ministro de Interior del gobierno garciano, fue elegido
democráticamente presidente por una amplia mayoría que esperaba introdujera las
reformas legales a la Constitución del régimen anterior. Legalista en extremo y
poco político, se negó a reformar el aparato jurídico heredado de García Moreno
y en consecuencia fue destituido por un golpe de Estado, liderado por el
General Ignacio de Veintimilla, que se proclamó dictador (1876) con el auspicio
de los liberales guayaquileños, entro otros Pedro Carbo y José María Urvina.
Al poco tiempo y en
orden a legitimar su poder, Veintimilla convocó a una Asamblea Constituyente
que reunida en Ambato le nombró Presidente (marzo de 1878) y redactó una nueva
Constitución, la novena del país.
Dos momentos
claramente diferenciados caracterizaron el gobierno de Veintimilla. Durante el
primero, el régimen que se proclamó partidario de las ideas liberales
enfrentó una abierta oposición conservadora liderada por la Iglesia Católica,
opuesta a hacer concesiones que comprometieran la continuidad de su dominio
ideológico. El máximo enfrentamiento con la Iglesia ocurrió cuando fue
envenenado al Arzobispo de Quito José Ignacio Checa y Barba, hecho que
aprovecharon sus opositores para levantar testimonios en su contra y acusarle
del crimen. En cambio, durante el segundo cuando su gobierno empezó a
apartarse del contenido ideológico liberal debió enfrentar la abierta
oposición no sólo de los sectores conservadores sino de los liberales, que se
sintieron traicionados por las ideas personalistas y dictatoriales que el
régimen asumió, contra toda previsión de éstos, sus iniciales aliados. Así,
cuando en 1882 Veintimilla desconoció el orden constitucional proclamándose
jefe supremo, ambos sectores coaligados terminaron por destituirlo, tras una
cuenca guerra civil, conocida como la "Campaña de la Restauración",
el 9 de julio de 1883.
Entre otras cosas,
el crecimiento económico de país, sin precedentes en el siglo XIX, le permitió,
pese a la oposición, sostenerse por tanto tiempo en el poder, ya que a través
de un gasto público dispendioso, encontró, entre algunos sectores,
especialmente el militar, el respaldo político que necesitaba. La represión
desatada en contra de sus enemigos políticos también jugó un papel importante
en el mismo sentido.
Los gobiernos "Progresistas"
Sin embargo, en el
marco de la definitiva inserción del Ecuador a la economía mundial, la función
del Estado debía estar encaminada a favorecer la continuidad del proceso de
modernización iniciado ya por el régimen de García Moreno. Por lo tanto, otra
vez aliadas conyunturalmente las élites, depusieron a Veintimilla y colocaron
en el poder a José María Plácido Caamaño, guayaquileño, vinculado a los
intereses de los grandes cacaoteros y comerciantes del puerto. Caamaño fue
elegido por una Asamblea Constituyente, que se encargó de redactar otra
Constitución, que introdujo ahora sí importantes reformas legales de sello
democrático, en abierta oposición a la opresora Constitución garciana.
La elección de
Caamaño fue el resultado de la estrecha alianza entre conservadores y liberales
moderados quienes, distanciados, respectivamente, de los conservadores a
ultranza y de los liberales radicales, se organizaron bajo un programa
ideológico basado en la tolerancia religiosa, el republicanismo y las garantías
constitucionales.
Con la elección de
Caamaño (1883) y posteriormente con la de Antonio Flores (1888) y la de Luis
Cordero (1892) se selló el predominio ideológico del progresismo, tendencia,
opuesta al liberalismo radical, en el sentido de que rechazó la separación de
la Iglesia con el Estado, que aquel defendía.
Durante el gobierno
de Caamaño, y pese a su filiación doctrinal, se desató una dura represión en
contra de los liberales radicales, quienes, dirigidos por Alfaro, organizaron
un movimiento insurreccional de carácter montonero, que actuó principalmente en
el litoral (Manabí, Guayas y Esmeraldas). La llamada "Revolución de los
Chapulos", cuyos protagonistas fueron en su mayoría campesinos y
artesanos, no fue fácilmente sofocada; la contrario, duró los cuatro años de la
gestión presidencial y le significó al gobierno el desembolso de ingentes sumas
de dinero por concepto de gastos militares, que consiguió por la vía del
endeudamiento público con la banca privada, principalmente de Guayaquil.
Población
del Ecuador en las últimas décadas del siglo XIX
Un millón de habitantes
Un millón de personas habitaron el Ecuador hacia
1890. A pesar de que un 75% de esa población aún estaba concentrada en la Sierra,
la población de la Costa, que había representado menos del 7% del total un
siglo antes, venían en continuo crecimiento, Guayas era la sexta provincia
entre la más pobladas y Guayaquil tenía ya casi la misma población que Quito
(55.000) y se convertiría antes de fines del siglo en la ciudad más grande del
Ecuador (60.000 habitantes).
Según un dato sobre el Ecuador de 1890 publicado
en la época por la oficina de las Repúblicas Americanas (antecesora de la OEA),
sólo 100.000 personas sabían leer y escribir, mientras que un viajero
extranjero ensayaban una clasificación racial de la población en los siguientes
términos: 100.000 personas de raza blanca, 300.000 mestizos ("mezcla de
las razas blancas, india y negra") y 600.000 indígenas puros. Esta clasificación
tradicional de la población ecuatoriana combinada con los datos del período,
nos permiten visualizar particularmente la situación de "servidumbre y
rebajamiento" en que, como dice el mismo viajero, vivía el indio, atado a
la hacienda por la ley inexorable del concertaje.
"El indio es vejado y flagelado como lo eran
los siervos de la gleba rusos, y hoy en día puede verse, colgando de las
entradas de las tiendas de la "cristiana" Quito, manojos de látigos
que se venden por diferentes precios, de acuerdo al tamaño que lo piden las
niñas, las mujeres, los niños a los hombres", dice el mismo observador,
George E. Church.
El pequeño grupo blanco concentra la propiedad y
el poder político. Al menos un 75% de la tierra con títulos legales o
consuetudinario estaba concentrado en manos de los grandes propietarios, entre
ellos la Iglesia ().
Tomado de: Gonzalo Ortiz Crespo, "Población y
Producción en las últimas décadas del siglo XIX", en Enrique Ayala Mora,
Ed., Nueva Historia del Ecuador, Vol. 7, Corporación Editora Nacional /
Grijalbo, Quito, 1990. Pp. 271.
En todo caso, con
los progresistas en el poder, el Estado retornó la política de modernización
material paralizada durante el gobierno de Veintimilla. Así, Caamaño se empeñó
en impulsar de educación, en desarrollar las comunicaciones por medio de la
instalación de las líneas de telégrafo entre Guayaquil y Quito, y también en
reorganizar la administración pública y el sistema fiscal nacional.
Pero sin duda
alguna, el máximo exponente de esta nueva tendencia fue Antonio Flores, quien
sucedió en el poder democráticamente a Caamaño en 1888. El promovió un programa
estatal de reformas liberales, que inclusive contó con el apoyo de los sectores
más radicales de liberalismo. Flores estructuró su propuesta alrededor de dos
ejes de acción fundamental. En lo político ideológico: tolerancia religiosa y
libertad de expresión y prensa, y en lo económico: promoción de la inversión
extranjera y apoyo casi incondicional a la economía orientada a la agro-exportación.
El arreglo de la
deuda externa, que García Moreno rechazó abiertamente, en la que Flores en
cambio se interesó afanosamente, y la supresión del diezmo ilustran su política
económica.
En orden a
solucionar el problema de la deuda, Flores reinició las conversaciones con el
Consejo Inglés de Tenedores de Bonos. Por este medio pretendía sanear el
crédito público nacional, con el objeto de abrir al país la puerta a nuevos
empréstitos que debían servir no sólo para estimular la producción interna, sino
para financiar una estructura vial que acercara la producción agrícola de la
costa con la sierra y viceversa. Los contratos fallidos con el empresario
inglés Marcos Kelly, y luego con el conde Tadeo de Ocksza para la construcción
del ferrocarril, que con empréstitos nacionales se habían ya iniciado durante
el régimen garciano, dan cuenta de lo señalado.
El gobierno de
Flores logró que el Congreso ecuatoriano aprobará en 1891 un acuerdo con el
Consejo de Tenedores de Bonos mediante el cual el Ecuador se comprometía a
pagar la deuda, por medio del cobro de un nuevo impuesto del 10% a los derechos
aduaneros.
Igualmente, en
1833, logró que la constituyente suprimiera el diezmo, gravamen mediante al
agricultor, desde la época colonial, estaba obligado a pagar el 10% a la
producción agrícola (dos tercera parte el Estado). Contra el diezmo venían
oponiéndose tiempo atrás los indígenas campesinos, quienes estaban más
expuestos a pérdidas agrícolas ocasionadas por diversos factores (ya que el
pago del diezmo no consideraba deducciones por ningún motivo) y a sufrir los
abusos que cometían en su contra los recolectores del impuesto. Sin embargo,
tal como lo expone Gonzalo Ortiz, a las quejas de los pequeños productores, se
fue sumando el malestar de los grandes propietarios costeños, quienes
obligadamente debían entregar a la Iglesia y al Estado una parte de las
producción cacaotera, que podía ver vendida en el mercado internacional, con
los consiguientes beneficios a percibir.
Pero si su
eliminación beneficiaba a los grandes propietarios costeños, en cambio afectaba
a los intereses de los terratenientes serranos e indudablemente a los de la
Iglesia, que, desde el Congreso y otras instancias, organizaron una abierta
oposición en contra de la supresión. Los terratenientes serranos preferían un
gravamen sobre la producción agrícola, y no sobre sus grandes extensiones de
tierra, muchas de ellas improductivas, sobre las que el Congreso de ese año
impuso "un impuesto anual de tres centavos sobre cada mil pesos del valor
de la propiedad" (Ortiz: 1990Ñ260), impuesto diseñado para sustituir al
diezmo.
Una vez concluido
al mandato presidencial de Flores, el desplazamiento de eje político volvió a
favorecer a la tendencia centrista, ya que convocadas nuevas elecciones fue
elegido Luis Cordero (1892), candidato oficial de dicha tendencia.
Durante su
gobierno, Cordero no obtuvo ni el apoyo de los conservadores ni el de los
liberales, que se distanciaron del régimen, cuando éste, a diferencia de los
que hiciera Flores, intentó limar las asperezas con la Iglesia y ganarse su
respaldo.
En el marco de
tales enfrentamientos, un hecho conocido en la historia ecuatoriana como
"la venta de la bandera nacional", le llevó a su destitución. Los
resultados en esta ocasión favorecieron al liberalismo radical que, con el
apoyo de los grandes propietarios guayaquileños, condujo al poder al General
Eloy Alfaro.
El progresismo y su modelo
Las economías regionales y la agroexportación
Bajo estas
condiciones económicas internacionales, la economía ecuatoriana durante estos
años se incorporó definitivamente a la economía mundial debido al crecimiento
masivo de las exportaciones cacaoteras que llevó a la consolidación del modelo
de economía agroexportadora que favoreció a la oligarquía guayaquileña.
Fueron años durante
los cuales la exportación de este producto, creció significativamente. En 1890,
el Ecuador exportó por este concepto 9'761.100 dólares, la cifra más alta
alcanzada durante el siglo XIX (Acosta: 1995:48),
Bajo estas
circunstancias, las diferencias entre las élites regionales se polarizaron.
Mientras la oligarquía costeña buscaba asegurar condiciones propias para su
articulación con el mercado internacional, los terratenientes serranos intentaban
mantener el predominio hegemónico de la hacienda e impulsar la incipiente rama
artesanal que exigía que desde el Estado se establezcan políticas
proteccionistas, al mismo tiempo que luchaban por mantener el control de la
fuerza de trabajo, en un momento en que gran cantidad de campesinos serranos,
huyendo de la sujeción a la hacienda, emigraban hacia el litoral a enrolarse
como fuerza de trabajo en las plantaciones cacaoteras.
En estas
condiciones, el progresismo favoreció la adecuación de la estructura económica
del país a las exigencias de la economía agroexportadora costeña, demandadas no
sólo por los élites del litoral, vinculadas a esa actividad, sino por los
grandes centros de comercio internacional. En este sentido, el capital inglés,
que a lo largo del siglo XIX controló gran parte del comercio exterior
ecuatoriano, jugó un papel fundamental. Y es que las empresas financieras
inglesas, que se relacionaron con cosas comerciales de Guayaquil,
convirtiéndose en agentes intermediarios a través de los cuales se revendía el
cacao a los diferentes mercados europeos, obtenían el cacao a los diferentes
mercados europeos, obtenían lucrativos beneficios por el concepto de la reventa
del producto. El capital inglés estaba entones muy empeñado en que se crearan
las condiciones nacionales apropiadas para el desarrollo de esta lucrativa
actividad que no sólo reclamaba que los propietarios de las grandes haciendas
cacaoteras aumentaron la oferta de productos, frente a la demanda
internacional, sino que se creara una estructura vial, comercial y bancaria que
facilitara dicho intercambio con el exterior.
Así, frente a las
nuevas condiciones económicas nacionales e internacionales, y presionado por el
capital inglés, los gobiernos progresistas pusieron en marcha una política
económica aperturista y librecambista, que se concretó durante el gobierno de
Flores, en la supresión de diezmo, el arreglo de la deuda externa y los
contratos del ferrocarril, medidas que no satisficieron los intereses de los
terratenientes serranos ni de la Iglesia, que se ubicaron en la oposición, en
su afán por detener un proceso que bajo las condiciones nacionales e
internacionales imperantes no podía dar marcha atrás.
El progresismo: aspecto ideológico
Ahora bien, si en
el aspecto económica el Ecuador orientó fundamentalmente su economía al
comercio internacional, en el aspecto político esta fue una fase de
consolidación de tendencias ideológicas fundamentales, cuyos antecedentes están
relacionados con el proyecto cuyos antecedentes están relacionados con el
proyecto de la derecha, y en reacción a su aplicación, la definición ideológica
de los sectores de oposición (Ayala: 1978:151). En el marco de este proceso, en
1883, los conservadores se organizaron bajo la Sociedad Católica Republicana,
y, en 1895, bajo el Partido Conservador Ecuatoriano. Por su parte, los
liberales fundaron el Partido Liberal (1889) y los progresistas la Unión
Republicana (1889). Entre los conservadores y los liberales radicales, grupos
políticos inconciliables, estaban ubicados los progresistas, cuyo objetivo
fundamental se planteó en términos de reducir la influencia política ideológica
de la Iglesia, aunque, a diferencia de los liberales radicales, se oponían al
principio de la total separación entre el poder civil y eclesiástico. En este
sentido, la oposición a la supresión del diezmo no obedeció a exclusivas
razones de orden económico; detrás de esta medida la Iglesia y los
conservadores vieron con preocupación que se les estaba quitando el control
sobre instancias de poder como la salud y la beneficencia, sobre las que el
diezmo les daba la posibilidad de actuar. Como vimos, fueron los progresistas
los que llevaron sucesivamente al poder a Caamaño, Flores y Cordero, quienes se
declararon manifiestamente miembros de esta agrupación política.
Una vez en el poder
los progresistas intentaron distanciarse del unitarismo y del centralismo a
ultranza promovido por el garcianismo. Fieles a su centrismo ideológico,
optaron por una fórmula media, mediante la cual dieron al Ejecutivo amplias
facultades sobre la provincia, aunque constitucionalmente limitaron la
autoridad presidencial (Maiguashca: 1994:365). En el caso de Flores, ese
unitarismo intermedio le llevó en diversas ocasiones a amenizar al Congreso con
su renuncia, sino se le permitía poner en práctica su programa económico
modernizante.
Durante la
dictadura militar de Veintimilla las ideas unitarias prevalecieron, ya que pese
a que desde el orden constitucional se intentó descentralizar las funciones del
Estado, bajo las circunstancias políticas dictatoriales impuestos por el
General, ese nuevo orden no fue respetado, y por lo tanto cualquier nuevo
empeño legal tendente a la descentralización institucional que el Estado
garciano logró establecer, en la práctica, no tuvo ningún resultado (Maiguashca:
1994:365).
El progresismo, que
como vimos creó condiciones internas favorables hacia la inserción del Ecuador
a la economía mundial, impulsó el surgimiento de nuevos sectores económicos y
sociales la burguesía comercial y bancaria de Guayaquil quienes, opuestos a
las ideas de los conservadores, y bajo las nuevas condiciones económicas,
requerían que en el país se den cambios estructurales económicos e ideológicos
más profundos. Bajo su auspicio entonces estalló la Revolución Liberal que
llevó al poder a Eloy Alfaro. De esta manera, el Progresismo había también
creado las bases para que se produzca la gran transformación liberal.
Los
linderos de la propiedad agraria
En 1890, el grupo de terrateniente en el litoral
era pequeño, interrelacionado: ésto se encuentra ilustrado por la manera casual
en que los linderos eran descritos en los testamentos, transferenciales de
propiedades y papeles hipotecarios. El propietario conocía donde terminaban sus
tierras. Su vecino también. Tiempo atrás, una señal de madera incorruptible
había, por supuesto, ningún sistema de agrimensión a través de líneas
determinadas astronómicamente. Cada uno de las haciendas tenían su nombre. El
propietario conocía y respetaba a su vecino y era suficiente citar el nombre de
su vecino o el nombre de su hacienda en documentos legales. El nombre de la
hacienda, una vez registrado, se volvía parte de la descripción oficial de la
tierra. El solo uso del nombre de la hacienda servía como protección contra la
intrusión de pequeños agricultores en sus inmediaciones. El intruso podía
esperar que, al concluir una ocupación pacífica de 30 años, se le puede
reclamar al Juez de Propiedad que pronuncie un juicio a su favor. Pero, para
empezar, los límites de las haciendas eran imprecisos en los documentos
públicos y no bien delimitados con relación a las tierras del gobierno. Por eso
era difícil para un forastero, alguien ajeno a la "sociedad", probar
donde terminaron los límites de la vieja hacienda y donde comienzan los
terrenos baldíos.
Tomado de Lois Crawford de Roberts, el Ecuador en
la época cacaotera, Editorial Universitaria, 1980, Quito pag. 30
Orientaciones bibliográficas
Para la comprensión
de los procesos económicos vinculados al auge cacaotero consúltese a:
CHIRIBOGA, Manuel,
Jornaleros y gran propietarios en 153 años de exportación cacaoteros
(1790-1925), Consejo Provincial de Pichincha, Quito, 1980.
CRAWFORD DE
ROBERTS, Lois El Ecuador en la época cacaotera, Editorial Universitaria, Quito,
1980.
LOYOLA, David y
Jorge Fernández, La economía ecuatoriana en la fase cacaotera, Cuenca, Idis,
1977.
GUERRERO, Andrés,
Los Oligarcas del cacao, Ed. El Conejo, Quito, 1980.
ACOSTA, Alberto,
Breve historia económica del Ecuador, Quito, Corporación Editora Nacional,
1988.
Sobre el
Garcianismo consúltese a los siguientes autores:
DEMELAS,
Marie-Danille Demelas e Ives Saint-Gours, Jerusalén y Babilonia. Religión y
políticas en el Ecuador 1780-1880, Corporación Editora Nacional, Instituto
Francés de Estudios Andinos, Quito, 1988.
AYALA MORTA,
Enrique y Rafael Cordero Aguilera, "El periodo garciano: panorama
histórico (1860-1875)", en Enrique Ayala Mora, Ed., Nueva Historia del
Ecuador, Vol. 7, Corporación Editora Nacional / Grijalbo, Quito, 1990, pp.
197-230.
AYALA MORA,
Enrique, "Gabriel García Moreno y la Gestión del Estado Nacional en el
Ecuador", Cultura Revista del Banco Central del Ecuador, No. 10, Quito,
1981.
ROBALINO DAVILA,
Luis, Orígenes del Ecuador de Hoy, García Moreno, Puebla, Ed. Cajica, México,
1967.
Sobre la cuestión
regional consúltese a:
MAIGUASHCA, Juan,
"La cuestión regional en la historia ecuatoriana (1830-1972)" en
Enrique Ayala Mora, Ed. Nueva Historia del Ecuador, Vol. 12, Corporación
Editora Nacional / Grijalbo, Quito, 1990, 175-226.
MAIGUASHCA, Juan
Ed., Historia y Región en el Ecuador 1830-1930, Corporación Editora
Nacional-Flasco, Quito, 1994.
Sobre la etapa
progresista consúltese a:
ORTIZ CRESPO,
Crespo, Gonzalo, La incorporación del Ecuador al mercado mundial: la coyuntura
socioeconómica 1875-1895, Banco Central del Ecuador, Quito, 1978.
-------------------,
"Panorama Histórico del período 1875-1895", en Enrique Ayala Mora,
Ed., Nueva Historia del Ecuador, Vol. 7, Corporación Editora Nacional /
Grijalbo, Quito, 1990, pp. 237-270.
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